lunes, 21 de enero de 2008

Mis libros cayendo al abismo en espiral






Así, tal como en la foto, siento que están mis libros.

Y es que, como este recién pasado 2007 habité tres hogares, mis fieles amigos tuvieron que vivir bastante tiempo en las típicas cajas selladas con cinta de embalaje. La gran mayoría de ellos pasó al menos seis meses en las condiciones antes mencionadas y otros pocos, los más queridos y también algunos que me son útiles (y no tan queridos, debo confesar) pudieron darse el lujo de ser ubicados en estantes, como Dios manda; la cuestión es que había poco espacio, pocos estantes y por eso sólo algunos fueron los “elegidos” para tal privilegiada localización.

Ahora, que me encuentro habitando felizmente el hogar definitivo, al menos por un par de años, tengo a mis libros acá enfrente mío, apilados uno sobre otro en… el suelo!, porque no tengo estantes para ordenarlos como me gustaría. Claro, así de paradójico, antes no contaba con el lugar físico definitivo para instalarme, ahora que ya estoy en mi “casa”, no poseo los escaparates apropiados para ellos; y me pasa que no puedo verlos ahí desordenados, da la impresión como si no me importaran.

Además, en algún lugar leí que las cosas que realmente le importan a los dueños de casa, no pueden estar simplemente apiladas por ahí o encerradas en muebles: deben estar en orden, a la vista y ojalá en un lugar privilegiado del hogar. Y ese es otro tema ya que aparte de la pila de libros que ya mencioné tengo otros tantos precisamente encerrados en clósets, ahí con todas sus energías atrapadas sin fluir, lo que me produce una sensación como de claustrofobia.

En fin, también debo agregar que en el departamento que habito se está haciendo lo posible por construir una bella estantería para mis libros y para los de mi compañero. Pero estamos en el proceso de diseño (recién!!!!), así que las energías contenidas en ellos deberán esperar a ser liberadas, al menos, un tiempillo más.

El meollo del asunto es lo que me produce el saber que los libracos siguen estando en lugares provisorios: arrumbados y encerrados. Me carga. Para mí son importantes, poseen un gran valor sentimental, me han acompañado y entregado muchísimo; mientras siguen cayendo en el abismo en espiral. Los sigo moviendo, los cambio de orden, los limpio, pero no es lo mismo. Hay objetos que necesitan un lugar definitivo. El movimiento de mis libros me desespera.